Ahora que tus palabras me suenan vacías
Ahora que tu opinión no me importa
Ahora que se me sigue saliendo
El corazón por la boca.
Ahora que te creo un tonto
Ahora que he conseguido odiarte
Ahora que he vuelto a escribir
Mis versos siguen hablando de ti.
viernes, 1 de marzo de 2013
jueves, 28 de febrero de 2013
Cucarachas y espadas láser
Que siempre al agacharme
Sin gafas, a oscuras
Me parece una cucaracha
Que corretea buscándome
En mi cuerpo hay un reflejo
Que al girarme en la cama
Sin gafas, a oscuras
Se parece a un oso panda
Que da la vuelta buscándote
En mi ojo hay un reflejo
Que en cada beso, cada gesto
A la luz del día y con gafas
Siempre se me antojan
Peleas de espadas láser
Dormir es perder el tiempo cuando no duermo contigo
sábado, 16 de febrero de 2013
¡Gol!

Es hora de guardar las fotos en un cajón, donde no duelan. Llenar los minutos, las horas, inventando sueños, evadiendo sentimientos, tratando de recomponer lo que has roto: mi viejo y triste corazón.
¡Ah! ¡Ahora comprendo! Mis lo-siento llegaron tarde, y el tuyo nunca llegó.
There was no greater love.
domingo, 4 de noviembre de 2012
¿Hasta cuándo, Doctor Jekyll?
En un cuarto de siglo no he aprendido a averiguar lo que
realmente quiero. Me muevo por impulsos, a menudo fugaces. En cuestión de
segundos cambio de opinión y olvido.
Todo es caos a mi alrededor. El desorden y la anarquía me
rodean donde quiera que vaya. Y el motor de mis andanzas ha sido siempre huir hacia delante. Abandonar el campo
de juego cuando el árbitro me lo pone difícil y pedir cartas en otra timba, en
otra liga o acaso empezar un solitario. Pero a veces comprendo que la solución
no era romper la baraja.
¿Qué pasa si ahora encontré lo que realmente quería? Aunque mi
cabeza a ratos me grite que no es posible, que la madeja tiene demasiados nudos
y que tome, una vez más, las de Villadiego. Y como el tiempo, que está loco, en
un fugaz instante recuerdo aquel día que querías echarle salsa barbacoa a una de mis
tortillas de patata. Una vez más, convencerme de que lo nuestro no es posible
no ha valido para nada.
Hacer “all in” a una sola jugada, sin trampas ni trucos. Sin
guardarme ningún as escondido entre los pliegues de mi falda. Quiero saber si
esto es posible o solo una ilusión. Si somos dos locos jugando una partida que
ya está perdida o si el juego solo acaba de empezar. Pero, ¿cómo? Si no lo
intentamos…
Nada más inspirador que un corazón roto y una tarde de lluvia. ¿Hasta cuándo, Doctor Jekyll?
lunes, 3 de septiembre de 2012
De sueños y orgasmos
-¿Te he dicho alguna vez que me toco pensando en ti?
-Sinceramente, preferiría que no, Nadine.
Dame cinco minutos más baby. O toda una vida.
-Sí, Nadine, eso ya ha salido en la conversación.
-Oh, ¿quieres que te haga eso ahora?
![]() |
Imagen de http://solohacefaltaobservar.wordpress.com/ |
-Uf, me encanta ese trabuco que guardas en los pantalones…
Solo puedo pensar en que me azotes con él suavemente la cara.
-Nadine, concéntrese. Esto se nos está yendo de las manos.
-Oh, dios mío, Frank, métemela.
-¡Señora! ¿Ve usted el callejón?
-¡Oh, sí! ¡Lo veo! ¿Quieres hacerlo allí Frank?
-De acuerdo, ahora dígame qué ve al otro lado del callejón.
-¡Veo tu polla, Frank, tu polla!
-¡Eh Frank!- Bramó entre risas el interfono.
El negro de dos metros se echó hacia atrás con la silla
precipitadamente. Se levantó y recorrió toda la sala de interrogatorios hasta
el cristal. Presionó el botón del aparato y bramó - ¡Qué!
-Dile que la saque, ¿quieres?
Frank hizo un gesto al hipnotizador que observaba desde un rincón
de la sala con las manos entrelazadas y éste se acercó a Nadine. La tomó de la frente y empezó a susurrarle
al oído mientras ella permanecía allí sentada, agitándose de éxtasis.
Con una mirada hacia el espejo Frank apagó las risas que se oían
al otro lado.
-Tres, dos, uno… ¡despierta!- con un chasquido de los dedos de aquel negro la rubia de bote abrió los ojos sobresaltada.
Nadine amaneció de entre las sombras agitada, con la respiración
muy fuerte. El pecho se le movía hacia arriba y hacia abajo.
Poco a poco se fue tranquilizando y al hallarse en aquella habitación de paredes vacías se asustó un poco. Palpó sus
ropas y las notó un poco deshechas, de forma que bajó la cabeza y se sonrojó.
-¿Ha vuelto a pasar?- musitó Nadine.
-Sí, me temo que sí.
Nadine bajó su mano hasta su coño. Tras palpar un buen rato, ante la atónita mirada de todos
los policías (delante y detrás del espejo) se chupó el dedo corazón.
-Al menos esta vez he llegado al orgasmo.
Dame cinco minutos más baby. O toda una vida.
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jueves, 28 de junio de 2012
Carolina y el teléfono
Carolina estaba sentada justo al lado del teléfono. Las manos sobre las rodillas, las piernas bien apretadas y la mirada fija en el dibujo del papel pintado que adornaba la pared de enfrente. Apenas movía un músculo. A cada rato, su madre pasaba junto a ella cargada con ropa para planchar, el trapo del polvo o la escoba y el recogedor. "Carolina, te va a dar algo ahí tan quieta", le decía.
"Si me ha dicho que me va a llamar, es que me va a llamar", resonaba dentro de la cabeza de Carolina. Apretaba los dientes y echaba el culo para atrás de la silla de enea sobre la que descansaban sus turgentes posaderas. Casi rozaba el suelo con los pies moviendo, alternativamente, una pierna hacia delante y otra hacia detrás.
Los nervios del estómago no la dejaban parar quieta. Suspiraba, se inclinaba, se revolvía y secaba con sus manos el sudor que acumulaba entre los muslos, tanteando disimuladamente las braguitas blancas de tela perforada que llevaba aquel día.
Al primer rugido del aparato la pequeña montaba en cólera. Descolgaba frenética mientras su interior rezumaba. "¿Se encuentra la señora de la casa?", sonaba al otro lado. Carolina respondía desganada, colgaba el teléfono lo más pronto posible para dejar libre la línea y volvía a derretirse sobre la silla de enea.
Carolina apretaba, cada vez más, un muslo con otro. Rozaba su trasero contra el asiento. No quería levantarse, por si llamaba, pero tenía que ir a hacer pipí. Cuando tiraba de la cadena oyó a lo lejos el desagradable pitido. Lo había descolgado su madre. "¡Carolina, es Victoria... otra vez!"
Una sonrisa de oreja a oreja y un suspiro se le escaparon con dos lágrimas en los ojos. En un arrebato de excitación corrió de vuelta al pasillo. Ansiosa, se acercó el micrófono a la boca y, enredando el cable del teléfono con su dedo índice, se sentó en la silla de enea a hablar mientras se tanteaba las braguitas blancas de tela perforada.
"Si me ha dicho que me va a llamar, es que me va a llamar", resonaba dentro de la cabeza de Carolina. Apretaba los dientes y echaba el culo para atrás de la silla de enea sobre la que descansaban sus turgentes posaderas. Casi rozaba el suelo con los pies moviendo, alternativamente, una pierna hacia delante y otra hacia detrás.
Los nervios del estómago no la dejaban parar quieta. Suspiraba, se inclinaba, se revolvía y secaba con sus manos el sudor que acumulaba entre los muslos, tanteando disimuladamente las braguitas blancas de tela perforada que llevaba aquel día.
Al primer rugido del aparato la pequeña montaba en cólera. Descolgaba frenética mientras su interior rezumaba. "¿Se encuentra la señora de la casa?", sonaba al otro lado. Carolina respondía desganada, colgaba el teléfono lo más pronto posible para dejar libre la línea y volvía a derretirse sobre la silla de enea.
Carolina apretaba, cada vez más, un muslo con otro. Rozaba su trasero contra el asiento. No quería levantarse, por si llamaba, pero tenía que ir a hacer pipí. Cuando tiraba de la cadena oyó a lo lejos el desagradable pitido. Lo había descolgado su madre. "¡Carolina, es Victoria... otra vez!"
Una sonrisa de oreja a oreja y un suspiro se le escaparon con dos lágrimas en los ojos. En un arrebato de excitación corrió de vuelta al pasillo. Ansiosa, se acercó el micrófono a la boca y, enredando el cable del teléfono con su dedo índice, se sentó en la silla de enea a hablar mientras se tanteaba las braguitas blancas de tela perforada.
Y yo rezumo junto al teléfono esperando tu llamada. Aunque mis bragas no sean blancas, ni mi silla de enea, y los pies ya me lleguen al suelo...
domingo, 3 de junio de 2012
Dormir follando o follar durmiendo
¿Alguna vez os habéis quedado dormidos haciendo el amor? Sed sinceros, eso nos ha pasado alguna vez a todos. O, mejor dicho, a todas. Imaginad cómo sería vuestra vida sexual si padecierais narcolepsia.
Cuando una se queda dormida por las esquinas, mantener relaciones sexuales no es nada fácil. Para nuestra protagonista de hoy no lo era. De pronto se despertaba con la boca de llena de semen, sola en cama ajena o rodeada de personas que no conocía. Su mejor experiencia, sin duda alguna, fue salir de un sueño erótico en medio de su propio orgasmo. Pero eso sucedió después de conocer a su actual pareja.
El chico, o más bien señor, me contaba que congeniaron desde el primer momento. No parecía tener ningún tipo de problema con que ella de vez en cuando se echara una siestecita. Un toque de necrofilia y un extraño gusto por las mujeres pálidas hacían de su atracción un magnetismo irresistible. "Un día le metí la polla en la boca mientras dormía, y estuve minutos en esa posición hasta que ella se despertó y sin esperar un segundo comenzó a felarme", asegura el chico, o más bien señor, con los ojos casi salidos de sus órbitas.
Ella, encantadora durante toda la entrevista, aprovechó un momento en que él se ausentaba para acercarse a mí y decirme, en voz callada: "qué quieres que te diga, después de cinco años juntos todavía no me lo creo. La gente tiene cada gusto más raro..."
Un poco turbada después de mi encuentro con la extraña pareja, volvía a casa cuando me asaltó un pensamiento, una de esas verdades aplastantes que tanto busco. Hubiera sido mucho peor si ella fuese un hombre.
Y en el pensamiento siempre, aunque tú no gustes cadáveres ni yo duerma a destiempos, nuestra extraña pareja. Todos tenemos una media naranja.
Cuando una se queda dormida por las esquinas, mantener relaciones sexuales no es nada fácil. Para nuestra protagonista de hoy no lo era. De pronto se despertaba con la boca de llena de semen, sola en cama ajena o rodeada de personas que no conocía. Su mejor experiencia, sin duda alguna, fue salir de un sueño erótico en medio de su propio orgasmo. Pero eso sucedió después de conocer a su actual pareja.

Ella, encantadora durante toda la entrevista, aprovechó un momento en que él se ausentaba para acercarse a mí y decirme, en voz callada: "qué quieres que te diga, después de cinco años juntos todavía no me lo creo. La gente tiene cada gusto más raro..."
Un poco turbada después de mi encuentro con la extraña pareja, volvía a casa cuando me asaltó un pensamiento, una de esas verdades aplastantes que tanto busco. Hubiera sido mucho peor si ella fuese un hombre.
Y en el pensamiento siempre, aunque tú no gustes cadáveres ni yo duerma a destiempos, nuestra extraña pareja. Todos tenemos una media naranja.
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