martes, 19 de julio de 2011

Locura


El siguiente poema, encontrado a la sazón entre las páginas de una revista portuguesa, describe con bastante precisión mi propia existencia.

"El ímpetu de crecer y vivir intensamente fue tan fuerte que no lo he conseguido resistir. Enfrenté mis sentimientos. La vida no es racional, es loca y llena de magia. Pero no quiero vivir conmigo misma.

Quiero pasión, placer, barullo, bebercio, y todo mal. Quiero oír música ronca, ver rostros, rozar cuerpos, beber un Benedicte ardiente. Quiero conocer personas perversas, ser íntima de ellas. Quiero morder la vida y ser despedazada por ella.

Yo estaba en espera, esta es la hora de la expansión, del vivir verdadero.

Todo el resto fue una preparación. La verdad es que soy inconstante, con estímulos sexuales en todas direcciones. Me quedo dulcemente dormida por unos segundos, y entro en erupción sin avisar."

Anaïs Nin.

domingo, 3 de julio de 2011

Camaleónicos y otros camuflajes

Cuando todas tus pertenencias caben en una maleta (vale, en mi caso son varias) de pronto la huida se convierte en algo fácil. Cuando la fuerza de la costumbre te transforma en un culo inquieto, el desapego te acompaña allí donde vas. Cuando la mitad de tu vida transcurre en el camino, no te queda otro remedio que hacerte camaleón.

Imagen por el señor Jordi Navas, god save CC
El camaleón vive por y para la cultura del todo-vale, sumido en la aleatoriedad del entorno y el atuendo. No se conoce ni se conocerá existencia más compleja y sencilla al mismo tiempo. Todo es cambio y todo es lo mismo. Los ritmos de vida, incluso los más vertiginosos, terminan alcanzando el punto álgido de la rutina. Ya nada le importa, si negro, si blanco o si gris. Incluso se aclimató al venenoso amarillo, ahuyentador de enemigos en la distancia.

El camaleón avanza lenta y sigilosamente, sin cesar jamás en su maldita itinerancia. Eterna y dichosamente en miovimiento, la cinética más lenta parece estática a los ojos de los demás animales. Sólo entonces, en un alarde de dinamismo despliega el más viril de todos sus miembros y engulle a su presa. Nadie lo ha notado, ni siquiera el fiel amigo colibrí apostado a su derecha.

Todo está igual y todo ha cambiado, pero él ni se inmuta. Da un paso adelante, gira ciento ochenta grados su globo ocular y echa un vistazo a sus entrañas. Nada nuevo, sólo otra mosca deshaciéndose en jugos gástricos. Para lo que hay que ver, piensa, y continúa la lenta agonía de su perpetuo camino, el camaleón.