martes, 28 de febrero de 2012

La lírica por la lírica

Conoces mi cuerpo mejor que yo misma. Recorres de una punta a otra cada poro de mi piel acariciando, besando, descubriendo todas mis imperfecciones. Me dejas destapada, despojada de toda intimidad. Te detienes en cada lunar, cada cicatriz, cada pelo y los adoras desde la naturalidad de la completa desnudez.
Tan desprotegida estoy que temo que puedas mirar en mi interior y ver. No me asusta que halles mis defectos. Siquiera que encuentres los incontables e inconfesables secretos de alcoba atesorados en otras camas y en otras compañías mucho peores que la tuya.
Lo que me aterra es que me descubras a mí, al yo más sincero y arrebatado que subsiste debajo de mi piel. En algún lugar tras los pañuelos al cuello, la melena despeinada, el maquillaje y las mentiras. Las mentiras sobre lo que soy y lo que no. En ese lugar donde nunca he dejado entrar a nadie.
Cuando al mirar en mi interior veas, surgirán las verdades más profundas, desterradas en un rincón donde ni yo misma puedo encontrarlas. Y en el preciso instante en que los misterios sean revelados seré tuya, me habrás poseído. Y saciado de mí te darás media vuelta y te irás.
Yo me quedaré, vacía de secretos como el día en que nací, observando el revés de tu esbelta figura mientras te alejas para siempre.

viernes, 24 de febrero de 2012

Un periódico con tilde

Yo escribí en Público. Y se me llena la boca al poder decirlo. En la casa de mi madre una carpeta amarilla con olor a tinta custodia los recortes de un papel manchado que siempre vivirán conmigo. Público fue el primer periódico en el que mi nombre apareció publicado, y eso para un periodista es como el bautizo para el católico.
Cuando Público desaparezca sólo quedarán en España periódicos de edición nacional en papel de derechas. Con El País absorbido en la vorágine del Grupo Prisa y el fallido experimento de La Voz del Pueblo, la muerte de Público significa la pérdida del referente sólido de la ideología progresista de este país. Un periódico que no tenía editorial porque imprimía su línea en cada noticia, cada artículo, cada reportaje, cada letra. Y además se sentía orgulloso de ello. Ser de izquierdas no era ninguna vergüenza. La Razón, La Gaceta, El Mundo, ABC manifiestan cada día sus "inclinaciones" sin sorprender a nadie. ¿Se le supone a la izquierda mediática una objetividad inexistente en la derecha? La respuesta es clara: sí.
No me queda más remedio que ponerme sentimental: la primera vez que crucé el umbral de la Delegación de Andalucía de Público a la tierna edad de 19 años me temblaban las piernas. No debió notárseme mucho, porque tiempo después Raúl Bocanegra me dijo que no creyeron que fueran "mis primeras prácticas". Vendemotos que es una. Aquellos días de verano me acompañaron la seriedad de Ángel Munárriz, la cercanía de Bocanegra, la ternura de Olivia Carballar y el abrazo paternal de Antonio Avendaño. Sin olvidar la compañia de mis compañeros becarios Francisco Artacho, Jael Herrera y Ana Jurado. En las tediosas tardes de aquel mes de agosto, encerradas en un despacho y mirando de reojo a Raúl y su melena nos enseñaron el privilegio de hacer las cosas bien. Contrastar fuentes, documentar, reportajear con ejemplos las noticias. El oficio del periodista meticuloso concentrado en las cuatro mesas que formaban aquella redacción.
Hoy, viernes 24 de febrero de 2011 he comprado, una vez más, la edición en papel de público. Y lo he hecho por miedo a que sea la última. Y por ese egoísmo coleccionista de conservar la última pieza de una joya de la corona. Una joya de papel en la que los periodistas de izquierdas tuvimos la oportunidad de desarrollar un trabajo profesional, periodístico, y progresista.

Descanse En Paz
Público

lunes, 13 de febrero de 2012

Esto no es una postal de San Valentín

Quiero irme a mi casa y llorar. Quiero meterme en la cama, taparme la cabeza y que cuando despierte todo haya terminado. Quiero que el mundo se olvide de que existo, una hora, una semana, o un año entero.

Todo el mundo debería de tener un permiso de manta. En días como hoy, que todo sale mal, le dices a tu jefe: "Oye, que me cojo mi día de manta". Así, sin dar más explicaciones. Y te vas a casa y te metes en tu agujero hasta nueva orden. Estoy segura de que eso solucionaría la crisis económica mundial. O por lo menos la mía. 

¿Que qué me pasa? Nada. Nada y todo. Así en líneas generales, soy feliz. Vivo bien, me divierto, tengo un buen trabajo, el cariño de los que me rodean. Y no, no tengo 15 años. Ni la menopausia (o eso espero). Quizás sea el exceso de azúcar del fin de semana, pero hoy quiero perderme. En tu cama, en la mía, en tus ojos. En una playa desierta. Y llorar sin que nadie me vea. Ni siquiera tú. Sobre todo tú.