domingo, 4 de noviembre de 2012

¿Hasta cuándo, Doctor Jekyll?


En un cuarto de siglo no he aprendido a averiguar lo que realmente quiero. Me muevo por impulsos, a menudo fugaces. En cuestión de segundos cambio de opinión y olvido.

Todo es caos a mi alrededor. El desorden y la anarquía me rodean donde quiera que vaya. Y el motor de mis andanzas ha sido siempre huir hacia delante. Abandonar el campo de juego cuando el árbitro me lo pone difícil y pedir cartas en otra timba, en otra liga o acaso empezar un solitario. Pero a veces comprendo que la solución no era romper la baraja.

¿Qué pasa si ahora encontré lo que realmente quería? Aunque mi cabeza a ratos me grite que no es posible, que la madeja tiene demasiados nudos y que tome, una vez más, las de Villadiego. Y como el tiempo, que está loco, en un fugaz instante recuerdo aquel día que querías echarle  salsa barbacoa a una de mis tortillas de patata. Una vez más, convencerme de que lo nuestro no es posible no ha valido para nada.

Hacer “all in” a una sola jugada, sin trampas ni trucos. Sin guardarme ningún as escondido entre los pliegues de mi falda. Quiero saber si esto es posible o solo una ilusión. Si somos dos locos jugando una partida que ya está perdida o si el juego solo acaba de empezar. Pero, ¿cómo? Si no lo intentamos…


Nada más inspirador que un corazón roto y una tarde de lluvia. ¿Hasta cuándo, Doctor Jekyll?

lunes, 3 de septiembre de 2012

De sueños y orgasmos

-¿Te he dicho alguna vez que me toco pensando en ti?

-Sí, Nadine, eso ya ha salido en la conversación.

-Oh, ¿quieres que te haga eso ahora?

Imagen de  http://solohacefaltaobservar.wordpress.com/
-Sinceramente, preferiría que no, Nadine.

-Uf, me encanta ese trabuco que guardas en los pantalones… Solo puedo pensar en que me azotes con él suavemente la cara.

-Nadine, concéntrese. Esto se nos está yendo de las manos.

-Oh, dios mío, Frank, métemela.

-¡Señora! ¿Ve usted el callejón?

-¡Oh, sí! ¡Lo veo! ¿Quieres hacerlo allí Frank?

-De acuerdo, ahora dígame qué ve al otro lado del callejón.

-¡Veo tu polla, Frank, tu polla!

-¡Eh Frank!- Bramó entre risas el interfono.

El negro de dos metros se echó hacia atrás con la silla precipitadamente. Se levantó y recorrió toda la sala de interrogatorios hasta el cristal. Presionó el botón del aparato y bramó - ¡Qué!

-Dile que la saque, ¿quieres?

Frank hizo un gesto al hipnotizador que observaba desde un rincón de la sala con las manos entrelazadas y éste se acercó a Nadine. La tomó de la frente y empezó a susurrarle al oído mientras ella permanecía allí sentada, agitándose de éxtasis.

Con una mirada hacia el espejo Frank apagó las risas que se oían al otro lado.

-Tres, dos, uno… ¡despierta!- con un chasquido de los dedos de aquel negro la rubia de bote abrió los ojos sobresaltada.

Nadine amaneció de entre las sombras agitada, con la respiración muy fuerte. El pecho se le movía hacia arriba y hacia abajo.
Poco a poco se fue tranquilizando y al hallarse en aquella  habitación de paredes vacías se asustó un poco. Palpó sus ropas y las notó un poco deshechas, de forma que bajó la cabeza y se sonrojó.

-¿Ha vuelto a pasar?- musitó Nadine.

-Sí, me temo que sí.

Nadine bajó su mano hasta su coño. Tras palpar un buen rato, ante la atónita mirada de todos los policías (delante y detrás del espejo) se chupó el dedo corazón.

-Al menos esta vez he llegado al orgasmo.


Dame cinco minutos más baby. O toda una vida.

jueves, 28 de junio de 2012

Carolina y el teléfono

Carolina estaba sentada justo al lado del teléfono. Las manos sobre las rodillas, las piernas bien apretadas y la mirada fija en el dibujo del papel pintado que adornaba la pared de enfrente. Apenas movía un músculo. A cada rato, su madre pasaba junto a ella cargada con ropa para planchar, el trapo del polvo o la escoba y el recogedor. "Carolina, te va a dar algo ahí tan quieta", le decía.

"Si me ha dicho que me va a llamar, es que me va a llamar", resonaba dentro de la cabeza de Carolina. Apretaba los dientes y echaba el culo para atrás de la silla de enea sobre la que descansaban sus turgentes posaderas. Casi rozaba el suelo con los pies moviendo, alternativamente, una pierna hacia delante y otra hacia detrás.

Los nervios del estómago no la dejaban parar quieta. Suspiraba, se inclinaba, se revolvía y secaba con sus manos el sudor que acumulaba entre los muslos, tanteando disimuladamente las braguitas blancas de tela perforada que llevaba aquel día.

Al primer rugido del aparato la pequeña montaba en cólera. Descolgaba frenética mientras su interior rezumaba. "¿Se encuentra la señora de la casa?", sonaba al otro lado. Carolina respondía desganada, colgaba el teléfono lo más pronto posible para dejar libre la línea y volvía a derretirse sobre la silla de enea.

Carolina apretaba, cada vez más, un muslo con otro. Rozaba su trasero contra el asiento. No quería levantarse, por si llamaba, pero tenía que ir a hacer pipí. Cuando tiraba de la cadena oyó a lo lejos el desagradable pitido. Lo había descolgado su madre. "¡Carolina, es Victoria... otra vez!"

Una sonrisa de oreja a oreja y un suspiro se le escaparon con dos lágrimas en los ojos. En un arrebato de excitación corrió de vuelta al pasillo. Ansiosa, se acercó el micrófono a la boca y, enredando el cable del teléfono con su dedo índice, se sentó en la silla de enea a hablar mientras se tanteaba las braguitas blancas de tela perforada.



Y yo rezumo junto al teléfono esperando tu llamada. Aunque mis bragas no sean blancas, ni mi silla de enea, y los pies ya me lleguen al suelo...

domingo, 3 de junio de 2012

Dormir follando o follar durmiendo

¿Alguna vez os habéis quedado dormidos haciendo el amor? Sed sinceros, eso nos ha pasado alguna vez a todos. O, mejor dicho, a todas. Imaginad cómo sería vuestra vida sexual si padecierais narcolepsia.

Cuando una se queda dormida por las esquinas, mantener relaciones sexuales no es nada fácil. Para nuestra protagonista de hoy no lo era. De pronto se despertaba con la boca de llena de semen, sola en cama ajena o rodeada de personas que no conocía. Su mejor experiencia, sin duda alguna, fue salir de un sueño erótico en medio de su propio orgasmo. Pero eso sucedió después de conocer a su actual pareja.

El chico, o más bien señor, me contaba que congeniaron desde el primer momento. No parecía tener ningún tipo de problema con que ella de vez en cuando se echara una siestecita. Un toque de necrofilia y un extraño gusto por las mujeres pálidas hacían de su atracción un magnetismo irresistible. "Un día le metí la polla en la boca mientras dormía, y estuve minutos en esa posición hasta que ella se despertó y sin esperar un segundo comenzó a felarme", asegura el chico, o más bien señor, con los ojos casi salidos de sus órbitas.

Ella, encantadora durante toda la entrevista, aprovechó un momento en que él se ausentaba para acercarse a mí y decirme, en voz callada: "qué quieres que te diga, después de cinco años juntos todavía no me lo creo. La gente tiene cada gusto más raro..."

Un poco turbada después de mi encuentro con la extraña pareja, volvía a casa cuando me asaltó un pensamiento, una de esas verdades aplastantes que tanto busco. Hubiera sido mucho peor si ella fuese un hombre. 



Y en el pensamiento siempre, aunque tú no gustes cadáveres ni yo duerma a destiempos, nuestra extraña pareja. Todos tenemos una media naranja.

martes, 15 de mayo de 2012

Morir de amor, morir de sexo

Para ella el sexo era amor. Quería desarmar a sus parejas y dejarlas desposeídas de todo arreglo. Y cuando, vulnerables, mostrasen su yo más profundo, ella las devoraría para tenerlas siempre consigo. En el momento en que el rostro verdadero se alzase en verdadero éxtasis, ella lo consumiría. Y en eso, amigos, hay mucho de amor.

Cada noche recorrería una calle, una plaza nueva en una búsqueda de infinita de plenitud que jamás le llegaba. El post-coito para ella era siempre una decepción. Se sentía vacía, usada, infame. Cada noche consumía una llama que, aunque ardiente, nunca alcanzaba sus 600 grados celsius. Y cada noche la disipaba en su oscuridad.

Las pocas veces que dormía, soñaba con sombras negras aproximándose, tocando su piel y arrancando su esencia. Entonces, despertaba empapada en sudor y tan excitada que podía haber caído en una marmita de poción afrodisíaca. Y en el frío de la noche londinense o el calor de la primera luz de una selva colombiana se consolaba ella misma. Sucia, inmunda y hedionda se sacudía para, más vacía que nunca, continuar su eterno éxodo a ninguna parte.

¿Y qué pasaba con sus víctimas? ¿Morían?, os preguntaréis. Morían, pero no en vida. Perdían toda ocasión de sentir otra vez la pasión verdadera, después de haberla tenido dentro. Sus cuerpos continuaban el desgaste cinco minutos o cien años más. Pero su luz, desvanecida, no volvería jamás. 


Si en la búsqueda encontrase el roce de tu piel, quedaría el camino acabado. Y al sucumbir a tu tacto moriría, saciada, satisfecha. Colmada.

jueves, 10 de mayo de 2012

El sexo de los miopes

Cuando, arrebatado de las gafas que le permiten discernir lo que es el mundo a su alrededor el miope se mete en la cama, se convierte en un animal nocturno. 

Estamos hablando de un miope, miope de verdad. De los que tienen una docena de dioptrías en cada ojo. De los que a oscuras no diferenciarían una polla de un coño si la vieran. Pero para el gafotas eso nunca fue un problema. En sus años mozos, como él los llama, se ponía los calzoncillos limpios, los cristales de culo de botella y ¡a ligar! "Con los esfuerzos que tiene a veces que hacer uno, me facilitaba mucho la tarea. Gafas fuera, y ya podía pensar en quien me diese la gana", nos cuenta el lentes.

Hubo una noche, una en particular, en que el querido tortuga casi lamenta ser un topo de jardín. Pero al final, no lo lamentó, no. La chica era preciosa: alta, esbelta, blanquita con culito de negro. Cuando sus ropas volaron el murciélago afinó su olfato "aquí huele como siempre. Encima, limpia", pensó nuestro protagonista. "Cuando fui a echar mano al negocio, tenía un manubrio más grande que el mío. Pero ya que estaba, no podía hacer el feo. Tenía que dejar el listón alto". 

Al calor de las sábanas de una pensión cualquiera la celulitis, un labio leporino, una pierna ortopédica o un miembro descomunal se padecen mejores. Los límites del placer se propagan cuando caes en ese mundo de sombras y se reavivan los sentidos que tenías olvidados debajo de tu ombligo. La mujer del capitán de los piojos así lo afirma: "yo estoy contenta. Cuando lo hacemos no me ve los michelines".

Apagar la luz y mirar tu ojo, y dentro de tu ojo, cuando no veo ni siquiera tu cara, y hacerte el amor porque solo te siento a ti. Y todo lo que no siento no existe.

martes, 17 de abril de 2012

Secretos de medianoche

Al pensar en ti me invaden, en los momentos más inesperados, oleadas de excitación. Al notar un torbellino de placer acercándose a mi espalda inclino el cuello hacia atrás y me dejo llevar por el escalofrío. Y cuando digo que me ocurre en las circunstancias más peregrinas, "I mean it", como dicen los ingleses.
Puede pasar, por ejemplo, en una rueda de prensa, mientras friego los platos o volviendo a casa en bici. Debo decir, a colación, que la tercera de estas localizaciones me parece la más placentera.
Me quedo paralizada al tiempo que el escalofrío llega a mi sexo. Aprieto fuerte las piernas, como si te tuviese dentro de mí, y pierdo por completo todo poder sobre mi concentración.
Entonces, con el siguiente aliento, la sensación se disipa. Me queda el dibujo en mi cabeza de tu sonrisa, las venas marcadas en tu antebrazo o el vago recuerdo del calor de tus labios sobre los míos. Miro a mi alrededor y todo sigue exactamente como lo dejé, como si el instante hubiese detenido el tiempo. Continúo con mi normalidad, anoto algo, escurro un tenedor o sigo pedaleando. Solo me delata el esbozo de una media sonrisa y el brillo de mi mirada.
Tan solo permanece la infinita sensación de intimidad que dan los secretos. Y que nadie más sepa lo que tú y yo hacemos cuando se cierra la puerta de nuestra alcoba.

 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Camellos del mundo, uníos

Droguis
Camellos que surtís al mundo de droga, uníos contra vuestro enemigo. Vosotros, que sobrevivisteis a la crisis, os reinventasteis y salisteis de ella con más poder que nunca os veis ahora amenazados por un oponente nuevo, desconocido. Aquellos que supieron mantener a una sociedad deprimida económicamente con la moral bien alta gracias a las sustancias estupefacientes, psicotrópicas, alucinógenas y demás mierda están ahora en peligro.

Su enemigo es un monstruo bicéfalo del que poco sabía hasta ahora el submundo de la drogadicción. 

La primera y más recóndita, siniestra y oculta de las cabezas lleva gafas de sol aunque sea de noche. Lo critica todo. Es peor que la típica madre de pueblo, porque además de muchas ganas de ofender tiene estilo y carisma. Sí, lo habéis adivinado. La primera cabeza es Risto Mejide y el problema primogénito de los traficantes de hoy en día, Tú Sí Que Vales. 

No cabe sino mencionar que Risto no es más que la punta del iceberg del conflicto. Merche, a su lado, sería capaz ella solita de atontar a un ejército de yonkis con su típico "me transmites mucho positivismo". Debe referirse a la corriente de pensamiento iniciada por Comte y JS Mill, claro está. Toda una intelectual de los tarados. 

Merche explicándole a Risto por qué el positivismo
confía en la ciencia
Pero a pesar de que el afamado "programa" de televisión sigue en antena, y de que a veces tiene a Paquirrín (otras no, yo no lo entiendo, es como si faltara mucho, el pobre) no es el antagonista supremo de nuestros buenos amigos los vendedores de droga. El culmen de la crisis en el sector viene protagonizado por el mal en persona... la campaña electoral. ¡Oh dios mío! ¡Se acercan los comicios! ¡Destapemos corruptelas como si no hubiera mañana y como si mañana nosotros no nos fuésemos a drogar para celebrarlo!

Bueno, qué van a hacer ahora los camellos andaluces sin los 25.000 euros que Guerrero y su Señor Conductor palmaban al mes en cocaína. No que yo entienda del tema, pero así a bote pronto me parece una barbaridad. Según testimonios recogidos por alguien que no era yo y que no planeaba adquirir ninguna sustancia ilegal, están desesperados. "Vamos a tener que volver a vender en las puertas de los colegios", afirman. 

En fin, que entre unas cosas y otras, ya no hay quien pille buena mierda, señores. 

PD: Para buena mierda el pantaloncico ese blanco que le ponen al Sevilla, el pobre. Qué humillantes. 

sábado, 3 de marzo de 2012

Estoy harta de... estar harta

Estoy harta de la Reforma Laboral. De madrugar. De que se me olviden las cosas. De conformarme. De no encontrar la canción que me gusta.

Estoy harta de los prejuicios (de los míos propios también). De no tener suficiente sexo y buscar la plenitud postcoital en otros placeres mundanos. De la prepotencia. De las cosas que están lejos. Estoy cansada de comer ensalada. De querer ser lo que no soy, y de desear matar gente.

Estoy harta de comer todos los días viendo viendo The Big Bang Theory.

Oh, dios, acabo de encontrar la canción que buscaba. Eric Clapton, Get Lost. Y me siento tan satisfecha como cuando te aprieta un calcetín y te rascas. Me encanta esta canción.

Ahora voy a cenar un tomate aliñado mientras me trago por enésima vez el capítulo de The Big Bang Theory en el que compran la máquina del tiempo y Leonard se asusta mucho. Instintos homicidas hacia todo aquel que no sea el Doctor Sheldon Cooper aproximándose. Joder, cómo me gusta esta canción.

Pero lo peor es que mañana me levantaré temprano e iré a trabajar, y haré un cutre-reportaje sobre la Reforma Laboral, que además me gustará. Y se me olvidará odiar la Reforma Laboral. Y me conformaré.

Estoy harta de estar harta.



Joder, cómo me gusta esta canción.

martes, 28 de febrero de 2012

La lírica por la lírica

Conoces mi cuerpo mejor que yo misma. Recorres de una punta a otra cada poro de mi piel acariciando, besando, descubriendo todas mis imperfecciones. Me dejas destapada, despojada de toda intimidad. Te detienes en cada lunar, cada cicatriz, cada pelo y los adoras desde la naturalidad de la completa desnudez.
Tan desprotegida estoy que temo que puedas mirar en mi interior y ver. No me asusta que halles mis defectos. Siquiera que encuentres los incontables e inconfesables secretos de alcoba atesorados en otras camas y en otras compañías mucho peores que la tuya.
Lo que me aterra es que me descubras a mí, al yo más sincero y arrebatado que subsiste debajo de mi piel. En algún lugar tras los pañuelos al cuello, la melena despeinada, el maquillaje y las mentiras. Las mentiras sobre lo que soy y lo que no. En ese lugar donde nunca he dejado entrar a nadie.
Cuando al mirar en mi interior veas, surgirán las verdades más profundas, desterradas en un rincón donde ni yo misma puedo encontrarlas. Y en el preciso instante en que los misterios sean revelados seré tuya, me habrás poseído. Y saciado de mí te darás media vuelta y te irás.
Yo me quedaré, vacía de secretos como el día en que nací, observando el revés de tu esbelta figura mientras te alejas para siempre.

viernes, 24 de febrero de 2012

Un periódico con tilde

Yo escribí en Público. Y se me llena la boca al poder decirlo. En la casa de mi madre una carpeta amarilla con olor a tinta custodia los recortes de un papel manchado que siempre vivirán conmigo. Público fue el primer periódico en el que mi nombre apareció publicado, y eso para un periodista es como el bautizo para el católico.
Cuando Público desaparezca sólo quedarán en España periódicos de edición nacional en papel de derechas. Con El País absorbido en la vorágine del Grupo Prisa y el fallido experimento de La Voz del Pueblo, la muerte de Público significa la pérdida del referente sólido de la ideología progresista de este país. Un periódico que no tenía editorial porque imprimía su línea en cada noticia, cada artículo, cada reportaje, cada letra. Y además se sentía orgulloso de ello. Ser de izquierdas no era ninguna vergüenza. La Razón, La Gaceta, El Mundo, ABC manifiestan cada día sus "inclinaciones" sin sorprender a nadie. ¿Se le supone a la izquierda mediática una objetividad inexistente en la derecha? La respuesta es clara: sí.
No me queda más remedio que ponerme sentimental: la primera vez que crucé el umbral de la Delegación de Andalucía de Público a la tierna edad de 19 años me temblaban las piernas. No debió notárseme mucho, porque tiempo después Raúl Bocanegra me dijo que no creyeron que fueran "mis primeras prácticas". Vendemotos que es una. Aquellos días de verano me acompañaron la seriedad de Ángel Munárriz, la cercanía de Bocanegra, la ternura de Olivia Carballar y el abrazo paternal de Antonio Avendaño. Sin olvidar la compañia de mis compañeros becarios Francisco Artacho, Jael Herrera y Ana Jurado. En las tediosas tardes de aquel mes de agosto, encerradas en un despacho y mirando de reojo a Raúl y su melena nos enseñaron el privilegio de hacer las cosas bien. Contrastar fuentes, documentar, reportajear con ejemplos las noticias. El oficio del periodista meticuloso concentrado en las cuatro mesas que formaban aquella redacción.
Hoy, viernes 24 de febrero de 2011 he comprado, una vez más, la edición en papel de público. Y lo he hecho por miedo a que sea la última. Y por ese egoísmo coleccionista de conservar la última pieza de una joya de la corona. Una joya de papel en la que los periodistas de izquierdas tuvimos la oportunidad de desarrollar un trabajo profesional, periodístico, y progresista.

Descanse En Paz
Público

lunes, 13 de febrero de 2012

Esto no es una postal de San Valentín

Quiero irme a mi casa y llorar. Quiero meterme en la cama, taparme la cabeza y que cuando despierte todo haya terminado. Quiero que el mundo se olvide de que existo, una hora, una semana, o un año entero.

Todo el mundo debería de tener un permiso de manta. En días como hoy, que todo sale mal, le dices a tu jefe: "Oye, que me cojo mi día de manta". Así, sin dar más explicaciones. Y te vas a casa y te metes en tu agujero hasta nueva orden. Estoy segura de que eso solucionaría la crisis económica mundial. O por lo menos la mía. 

¿Que qué me pasa? Nada. Nada y todo. Así en líneas generales, soy feliz. Vivo bien, me divierto, tengo un buen trabajo, el cariño de los que me rodean. Y no, no tengo 15 años. Ni la menopausia (o eso espero). Quizás sea el exceso de azúcar del fin de semana, pero hoy quiero perderme. En tu cama, en la mía, en tus ojos. En una playa desierta. Y llorar sin que nadie me vea. Ni siquiera tú. Sobre todo tú.

viernes, 20 de enero de 2012

De Gütenberg a Megaupload

Cuando Gütenberg inventó la imprenta, y el cachivache comenzó a tener éxito, las autoridades quisieron prohibirlo. Sin éxito. Cuando en los años 50 los primeros acordes de un prematuro rock&roll comenzaban a sonar en los Estados Unidos, fueron acusados de ser la música del demonio. Así ha sucedido a lo largo de toda la historia de la humanidad, sin excepción, con cualquier avance.
En el año 2012 el poder ha cambiado de nombre, de capucha si me apuras, pero no de intenciones. En pleno siglo XXI todavía no han comprendido lo inexpugnable: no se puede luchar contra la revolución tecnológica. Y todavía queda que llover hasta que sepan aprovecharse de las posibilidades de internet.
Cuánto cobra una estrella de Holliwood por interpretar en una película? Cantidades desorbitadas, sobre todo si lo comparamos con el sueldo de, por poner un ejemplo, un periodista. Estos ingresos millonarios se ven ahora mermados por culpa de malandrines como los de Megaupload. ¿Por qué no pueden las estrellas del pop ganarse la vida dando conciertos, y considerar sus canciones como la oportunidad de ofrecer algo a la sociedad? Algo que en muchos casos jamás debiera haber visto la luz.
A todos esos greedy bastards, porque no tienen otro nombre, les propongo: añadid valor a vuestro producto. Haced canciones buenas, y compraremos vuestros discos. Sacad un vinilo y lo tendremos en el salón de casa. Desnudad vuestra alma y la devoraremos. Pero, por favor, no tratéis de compraros otro Porshe a costa de nuestra libertad.
A riesgo de ser tomada por loca del determinismo tecnológico, terminaré añadiendo que quizás dentro de dos siglos alguien cuente la historia de cómo intentaron, sin éxito, controlar internet.

miércoles, 11 de enero de 2012

Pinball

Ella toma la palanca, estira el muelle y “piing”, la bola sale disparada a toda velocidad, tan rápido que su destino le resulta incontrolable.
Los primeros momentos transcurren suspendidos en el aire, como la primera mirada. Nunca antes se habían visto, ella y la bola, pero ya casi se han enamorado. Por un instante no es necesario ningún esfuerzo: el tiempo se ha parado sobre la mesa. Ella sigue atenta al recorrido de su nuevo acompañante, como quien admira un caminar. “Ésta debe ser la mía”, piensa. Otra vez.
La bola está en la parte alta de la mesa. Va ganando puntos. Por ahora no hay casi nada que ella pueda hacer, sólo se deja llevar, sólo observa anonadada las ganancias de tan nimio esfuerzo. Es toda una primera cita: no ha tenido que pagar la cuenta, él le ha abierto la puerta cual caballero y puede sentir el primer beso flotando en el aire.
Pero pronto las cosas se tuercen: la bola se dirige inexpugnablemente hacia la parte baja de la mesa. “crock, crock”, ella se afana con los pulsadores para no dejarla caer. Vuelve a subir, anota algunos puntos. Incluso consigue encajarla una vez en el túnel espacial. Pero baja, sube y baja como lo hace la marea, como la ha hecho todo en su vida.
La bola cae por el agujero. Observa con tristeza el hueco donde antes estaba aquel al que había entregado sus esperanzas. Pero ya ha desaparecido, junto con sus anhelos de amor. Se encoje de hombros, respira hondo, y alarga la mano para agarrar la palanca, en busca de la próxima bola que sacará al terreno de juego. Una sospecha cruza su mente: en realidad siempre son las tres mismas bolas.