lunes, 13 de mayo de 2013

Los bajitos la tienen más grande

Una de las parejas de alta-bajito más famosas: Sarkozy y Bruni. 

Tíos bajitos con tías altas. Siempre es una cosa, cuanto menos, curiosa de ver. Digamos que está "socialmente estigmatizado". Pero me refiero a altas, altas de verdad, no el escaso 1,70 que yo mido, que aunque en esta Comarca pueda parecer toda una medida de elfa en cuanto una cruza Hobbiton se da cuenta de que no es más que otro tapón de alberca subido a unos tacones.

Hablo de alemanas, americanas, danesas o de-dónde-coño sean, tías jaquetonas de estas cuya misma envergadura las hace atractivas a la vista. Con uno de esos tíos a los que denominamos “graciosos”. ¿Qué es un tío gracioso? Pues cualquiera de la calle te diría “el típico español, moreno, bajito y salao”. Lo habéis cogido, ¿no? Pues ahí es donde voy.

Es cierto que esta clase de relaciones podrían crear algunos problemas “de altura” (chistaco). Por ejemplo, olvidaos de los tacones para siempre. De los bailes de salón, de que os lleven a caballito a las tantas de la mañana hasta casa… Y de follar de pie.

Pero una vez que se cierra la puerta de la alcoba, nada es tan traumático. La inmensa horizontalidad del lecho nos convierte a todos en iguales, altos y bajos, gordos y delgados, enanos y gigantes. Una diferencia de 20 centímetros verticales puede convertirse en un excedente de placer enorme. Y si esa diferencia se plasma en unos centímetros más de miembro viril, pues mire usted que bien.

Unas rodillas clavadas en el filo del colchón son siempre unas rodillas. Y si te vas a arrodillar, ya que estás te da lo mismo un poquito más que un poquito menos. También se pueden encontrar algunas ventajas: seguro que más de uno ha clavado ya su propio Kamasutra de Alicia en el País de las Pollas Amarillas. 

En una charla abierta con mujeres de semejante calibre que hace poco mantuve su conclusión siempre era la misma. "Qué le vas a hacer, al final te acostumbras", me contaba una agitanada, de ojos color almendra y pechos como tarros de mermelada. "Los bajitos la tienen más grande", me recordaba su amiga.

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