En un cuarto de siglo no he aprendido a averiguar lo que
realmente quiero. Me muevo por impulsos, a menudo fugaces. En cuestión de
segundos cambio de opinión y olvido.
Todo es caos a mi alrededor. El desorden y la anarquía me
rodean donde quiera que vaya. Y el motor de mis andanzas ha sido siempre huir hacia delante. Abandonar el campo
de juego cuando el árbitro me lo pone difícil y pedir cartas en otra timba, en
otra liga o acaso empezar un solitario. Pero a veces comprendo que la solución
no era romper la baraja.
¿Qué pasa si ahora encontré lo que realmente quería? Aunque mi
cabeza a ratos me grite que no es posible, que la madeja tiene demasiados nudos
y que tome, una vez más, las de Villadiego. Y como el tiempo, que está loco, en
un fugaz instante recuerdo aquel día que querías echarle salsa barbacoa a una de mis
tortillas de patata. Una vez más, convencerme de que lo nuestro no es posible
no ha valido para nada.
Hacer “all in” a una sola jugada, sin trampas ni trucos. Sin
guardarme ningún as escondido entre los pliegues de mi falda. Quiero saber si
esto es posible o solo una ilusión. Si somos dos locos jugando una partida que
ya está perdida o si el juego solo acaba de empezar. Pero, ¿cómo? Si no lo
intentamos…
Nada más inspirador que un corazón roto y una tarde de lluvia. ¿Hasta cuándo, Doctor Jekyll?
Y todavía te queda la crisis de los 30 años! :)) Así que tú tranquila Mª José que aún te queda mucho para saber lo que quieres. Pero que no te importe: eso significa que tienes alternativas! ;) Buen blog!
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