sábado, 4 de diciembre de 2010

De huelgas, de salvajes y de cómo salir airoso de la situación al más puro estilo Rubalcaba

En el vigésimo segundo aniversario de la Constitución Española de 1978 los militares entran y se hacen cargo de una de las arterias de nuestro país (los aeropuertos). Disculpen si un escalofrío me recorre la espalda. Y esta vez, el Rey en Mar de Plata. Ya lo dice el refrán, el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. ¡Estamos en Estado de alarma! ¡Decreto de emergencia en el Parlamento! ¡Gabinete de crisis! ¡Los militares! ¡El país paralizado! ¡Qué barbaridad! Cualquiera que lea hoy los titulares un poco despistado puede pensar que hemos vuelto a 1981. Pero con Rubalcaba al mando, estamos a salvo compatriotas.

Pasajeros amontonados en los aeropuertos españoles

Tras el estado de caos aeroportuario en que el país se ha visto sumido por la huelga encubierta (una vez más) de los controladores aéreos, con cerca de 600.000 pasajeros afectados justamente al inicio de un puente, el Gobierno ha decretado el Estado de Alarma previsto en la Constitución. Amenazados los controladores aéreos con sanciones que pueden llegar a ser penadas con la cárcel por un delito de desobediencia si no se presentan en sus puestos de trabajo, el paro salvaje va remitiendo y parece que todo va a volver a la normalidad.

Los controladores aéreos son un colectivo que a nadie gusta. Al igual que los taxistas, es una de esas profesiones que no caen bien. Ellos cuasi peor, porque sus nóminas al final del mes están más hinchadas de lo que cualquier taxista pudiera siquiera soñar. Pero la huelga es un derecho de los ciudadanos (así lo postula nuestra Constitución, dios la bendiga), y es legítimo para los trabajadores defender unas condiciones laborales dignas. Sin embargo, cuando un gremio ofrece un servicio público, máxime uno tan global como éste, no es algo que tomarse a la ligera. Hay que valorar a quién se hace daño, y la forma en que se hace. En esta ocasión, como ha dicho Rubalcaba, de manera salvaje y encubierta, usando burdas excusas en lugar de dar la cara. Y con premeditación y alevosía, añado yo.


Alfredo Pérez Rubalcaba, Vicepresidente Primero del Gobierno
 ¿De verdad les sirve de algo a los controladores aéreos, a los trabajadores del metro de Londres o a los taxistas de Sevilla montar estos pitotes? Porque a estas alturas de la manaña del sábado ya nadie se acuerda de qué es lo que piden los trabajadores, si es que esta vez han pedido algo. La noticia está en los aeropuertos, el caos nacional, los familiares llamando a radios y televisiones rojos de rabia e indignación. Quizás (sólo quizás) deban replantearse las formas, ya que en este caso parece que es mucho más el ruido que las nueces.

Mientras tanto la oposición, como siempre, en lugar de arrimar el hombro se dedica a tirar piedras al tejado de la zapatería. ¿Cuándo son las elecciones, el próximo fin de semana? Pero allí está Alfredo, con su rostro serio, su tranquilidad y su buen hacer, situándose cada vez más como el pilar más sólido de este Gobierno. ¡Rubalcaba presidente! Parece que nuestros políticos de la derecha no han tenido en cuenta que este acoso y derribo, si el ejecutivo controla la situación (como efectivamente está haciendo) va a salir fortalecido, quedando ellos, con perdón de la expresión, con el culo al aire.

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