Quiero irme a mi casa y llorar. Quiero meterme en la cama, taparme la cabeza y que cuando despierte todo haya terminado. Quiero que el mundo se olvide de que existo, una hora, una semana, o un año entero.
Todo el mundo debería de tener un permiso de manta. En días como hoy, que todo sale mal, le dices a tu jefe: "Oye, que me cojo mi día de manta". Así, sin dar más explicaciones. Y te vas a casa y te metes en tu agujero hasta nueva orden. Estoy segura de que eso solucionaría la crisis económica mundial. O por lo menos la mía.
¿Que qué me pasa? Nada. Nada y todo. Así en líneas generales, soy feliz. Vivo bien, me divierto, tengo un buen trabajo, el cariño de los que me rodean. Y no, no tengo 15 años. Ni la menopausia (o eso espero). Quizás sea el exceso de azúcar del fin de semana, pero hoy quiero perderme. En tu cama, en la mía, en tus ojos. En una playa desierta. Y llorar sin que nadie me vea. Ni siquiera tú. Sobre todo tú.
Me gusta el blog! Te sigo.
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