El parque, que conforma la zona verde dedicada a deportistas más grande de Londres, se encuentra en el Norte de la ciudad, entre Great Portland Stret Station y el London Borough of Camden.
Su creación se la debemos, como tantas cosas en Inglaterra (entre ellas la religión) al rey Enrique VIII. Henry (para los amigos) lo hizo su coto de caza privado, y estaría altamente sorprendido de en qué se ha convertido hoy en día. Se encuentra dividido en dos zonas, Primrose Hill con una maravillosa colina desde la que admirar el Skyline de Londres y Regents Park. Dentro del propio parque podemos observar también la diferencia entre las zonas más cuidadas, donde la mano del hombre es más que evidente, como Queen Mary´s Gardens, Avenue Garden o English Gardens. Son zonas ideales para pasear con tranquilidad y ver a las ardillas hacer las delicias de los turistas.
Personalmente, prefiero las zonas más salvajes, libres, donde la hierva crece sin que nadie se preocupe mucho por ello y la mayoría de los bancos están despintados por el sol y la lluvia. Allí, caminando sobre las hojas muertas me siento más viva que nunca. Ni siquiera pulso el play en mi i-Pod, sólo necesito esucharme a mí misma, prestar atención a lo que el parque tiene que decirme. El gorjeo de los pájaros, alguna que otra ardilla y las regulares zancadas de los corredores y deportistas varios.
No puedo evitar sentir algo de nostalgia caminando por los más recónditos senderos, plagados de hojas secas, al recordar que hoy es el aniversario del nacimiento de mi Señor Papá y cuánto le gustaría correr (o más bien trotar, que ya es más de medio siglo) por este paraje, respirando el aire puro que siempre aclara sus pensamientos.
Pero este no es el tema que nos ocupa. Algo sorprendente en esta ciudad es cómo el otoño la invade de repente, sin previo aviso. Es un fenómeno para mí extraordinario, porque en Sevilla casi pasamos del verano al invierno sin preámbulo alguno. Los árboles dejan caer sus frondosas copas y las calles se llenan de hojarasca ocre, marrón, verde y amarilla, que los críos disfrutan pateando y haciendo volar. Tengo que reconocer que yo soy una de ellos.
Saco mi bolsa de cacahuetes y pelándolos espero a que los roedores se me acerquen. Pero ninguno se digna. Quizás no era éste el mejor lugar. Al poco comienzan a rondarme unas cuantas palomas y dos cuervos. ¡Damn it! - nadie quiere dar de comer a tamañas ratas del aire. Pero, ¡qué carajo! También hay un hueco para los cuervos en esta ciudad.
Grandiosa entrada!, en efecto te imaginaba esta mañana paseándote por regent´s con tu libretita y asi lo has hecho, con una forma de expresarlo como tú solo sabes hacer..bsss
ResponderEliminarAh! y felicita al señor durán xDDDD
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